A quien madruga….alguien le ayuda. O por lo menos le brinda la oportunidad de ver una playa completamente vacía y considerada de las más bonitas de Hvar. Se trata de la playa Dubovica.
Playa Dubovica
Por el camino de ida se va viendo el lado sur de la isla, y te da una idea de cómo puede ser el resto.
La playa está bien señalizada y en cuanto veas el cartel con su nombre intenta aparcar pues no hay muchos sitios y solo se puede aparcar a pie de carretera.
A partir de ahí solo tienes que seguir la indicación y el camino te lleva montaña abajo hasta la playa.
Y ahí te encontrarás con la maravillosa playa de Dubovica. Una playa de piedras donde también hay otras casitas más pequeñas y hasta una pequeña ermita que le favorece mucho. Dispone de un Beach club sencillo pero agradable. Y de nuevo sus aguas mega transparentes.
Tiene un pequeño restaurante y justo a su lado una imponente casa, donde al parecer vive una familia aficionada a la ópera y si tienes suerte, podrás oírlos cantar a viva voz. La acústica de esta playa sería perfecta. Nosotros no la hemos tenido. Ohhhhhh
Tras tomar el sol, baños y confesiones varias, decidimos hacer una limonada en el Beach club. Solo sirven bebidas.
Estuvimos tan agusto que hasta me quedé dormido en la hamaca. Solo con el sonido del agua golpeando los guijarros. Me sorprende y a la vez me encanta el silencio que hay en las playas que visitamos. Es como si estuviéramos en un concierto de viento, agua y chicharras. Me impresionó y mucho. Y entre las piedras de la playa me encantó ver mariposas revoloteando a nuestro lado.
Y después de un último baño en esta maravillosa playa de Dubovica, nos fuimos a comer de nuevo a Hvar. Y tras ello, y como somos animales de costumbres y nos encanta repetir escenarios cuando nos han gustado, volvimos a hacer siesta a la playa del día anterior. La playa de Mekičevica. Nuestro pequeño paraíso en la isla de Hvar.
Nuestra calita en la playa de Mekičevica
Aquí decidimos de nuevo improvisar y hacer una noche más en esta isla. Para disfrutarla lo que podamos y más. Pero no estuvimos tanto rato como el día anterior pues nos esperaba el pueblo de Hvar, para poder verlo de día. Y si es al atardecer mejor que mejor.
Hvar, es una pequeña población pesquera reconvertida y que vive mayoritariamente del turismo estival. Lo primero que vimos fue que todo su puerto y calitas, estaba lleno de embarcaciones de todo tipo. Desde barquitas minúsculas hasta grandes yates de lujo.
Tiene un paseo marítimo largo pero podría ser el centro neurálgico del pueblo y desde ahí verás los edificios más importantes y vistas preciosas.
Lo primero que puedes ver es el Monasterio museo Franciscano del siglo XVI y su claustro renacentista.
Está situado junto al mar y al lado de la playa Bonj
Playa de Bonj
Monasterio franciscano
Continuando por el paseo marítimo encontraremos rincones bonitos. Hasta llegar a la parte del pueblo donde se concentran los yates de lujo.
Desde allí se divisa en lo alto la Fortaleza Fortica o La Española, llamada así porque en su construcción trabajaron muchos españoles.
Desde aquí es típico subir al atardecer para ver la puesta de sol. Y desde aquí se pueden ver las islas Pakleni. Un lugar especial para disfrutar de las vistas de Hvar. Se accede por escalinatas que empiezan en la plaza de San Esteban a la que se llega a continuación por el paseo marítimo
Plaza de San Esteban
La plaza de San Esteban es la plaza más grande de toda Dalmacia. Una preciosidad que alberga edificios dignos de postales. Mirándola de frente encontramos el Arsenal que en su piso superior se encuentra el teatro público más antigua de Europa. El teatro histórico de Hvar.
Arsenal y Plaza de San Esteban
También observamos La Logia Veneciana reconstruida tras la invasión de los otomanos, junto a la Torre del Reloj.
Otro edificio precioso es el Palacio Hektorovič del renacimiento veneciano.
Y al fondo la estrella de Hvar, la Catedral de San Esteban.
Es de estilo barroco del renacimiento veneciano. Su larga torre donde suenan las campanas, le da una especial vista al conjunto de la Catedral.
Nos adentramos por las callejuelas justo al lado de la Catedral para callejear un poco descubriendo rincones muy agradables.
Hasta que llegamos a otra de las torres que pueden verse casi desde cualquier punto de la ciudad. Se trata de la torre de la iglesia de San Marcos.
Desde aquí se divisan muchos tejados rojizos típicos de toda Croacia.
Seguimos ruta para adentrarnos en las callejuelas y buscar algun sitio donde picotear algo.
Hasta que dimos con el Convento Benedictino, con una preciosa fachada.
Convento Benedictino
Finalmente paramos a degustar el famoso queso Paski Sir de Pag, y tomar unos vinos.
Y así dimos por concluida la visita al pueblo de Hvar. Contentos del día de hoy y con postales para el recuerdo.